La luz... sentía la paz, pero no había tiempo que perder. Debía volver. Tenía una misión. Ella me dio la clave. La clave nunca fueron Tomás, Naranjo o Lola. La clave siempre fui yo. Allí estaban, a punto de enfrentar una guerra por sus vidas y por el barrio, pero esta pelea siempre fue mi pelea. La furia tenía una nueva oportunidad, y esta vez, era todo o nada.
Mientras tanto, la lucha se libraba en dos frentes. Rojo combatía cuerpo a cuerpo contra la reina de las ratas. Las ratas, cada vez más numerosas, caían fácilmente bajo las garras de Naranjo, mientras Tomás intentaba evitar una masacre de sangre y vísceras. Lola buscaba desesperadamente a Bolita, que se había esfumado en medio del caos. Lulú, con su agilidad y gracia, se movía entre los combatientes. De repente, otra rata cayó del cielo. Las ratas, finalmente, huyeron, dejando atrás a su reina. Un rayo de luz levantó una nube de polvo, y de entre ella surgió Furia, su pelaje atigrado con rayas blancas. Vio a Rojo y se abalanzó sobre él. Tomás intentó intervenir, pero la reina rata se interpuso, advirtiéndole que no estaba a la altura. Naranjo, ignorando la advertencia, dio un salto. Con un movimiento de todo su cuerpo y sus garras, arremetió contra Rojo, pero este giró y envió a Naranjo por los aires. Tomás no dudó y pidió a Lola y Lulú que fueran en su ayuda. La reina miraba a Tomás, percibiendo su potencial, su fuerza. "Esperemos al ganador y después veremos qué pasa", le dijo.
Furia sabía que tenía una oportunidad. En el limbo, Blanca, la amiga de Tomás, le había dicho que regresaría para traer equilibrio, pero su vida solo duraría hasta el amanecer, y solo quedaban minutos para que el sol saliera.
Furia y Rojo se observaban, padre e hijo, esperando el momento de actuar, de atacar. Pero no eran simples gatos; eran más que eso. Rojo saltó tan alto que parecía volar. Furia lo siguió hasta las copas de los árboles, atravesando el agujero de la cueva, y allí comenzó una pelea por el destino.
Furia atacaba con sus garras contra el aire y las ramas. Rojo, con su velocidad, contactaba, quemando las ramas con cada golpe a Furia. Furia intentaba asestar golpes, pero no lo conseguía. A lo lejos, el horizonte de la tormenta comenzaba a iluminarse. Abajo, Tomás se sentía frustrado, pero entonces, sus ojos se iluminaron con un tono verde eléctrico. Tomó aliento y saltó tan alto como ellos. Furia seguía recibiendo golpes y arañazos; sus contraataques eran inútiles hasta que Tomás apareció, logrando alejar a Rojo. Tomás vio a Furia, quien le dijo que lamentaba no estar en su juventud, pero quería alejar a Rojo de él y de todo este mundo. Tomás se puso en alerta y movió a Furia, que cayó más abajo. Ahora estaban Tomás y Rojo en las copas de los árboles, pero Rojo tenía una herida en la boca, producto de Tomás. Tomás lo miró y, con una sonrisa, le advirtió: "No soy un héroe, soy el guerrero de la noche." Un relámpago cayó. Mientras tanto, abajo, la reina rata se marchaba, no sin antes advertir a Lulú: "Cuida a ese guerrero, la guerra apenas está comenzando..." Lola subía hacia donde estaba Furia, malherido, pero aún vivo. Furia le dijo que la clave era él. Lulú le dijo que debía confiar en Tomás. Entonces, frente a Lulú y Furia, apareció Bolita, con ojos llenos de odio. "Veo que los dos están juntos. Perfecto, acabaré con ambos", gruñó.
Tomás comenzó a correr en círculos, más rápido que Rojo. Tomás lanzaba sus garras, y Rojo intentaba asestarle golpes, pero no podía. Estaban llegando a la cueva cuando Tomás sufrió un golpe y quedó colgando de una rama. Rojo se acercaba, pero Tomás dio una voltereta, sorprendiendo a Rojo, que cayó como una piedra al suelo, fuera de la cueva. Rojo se levantó, escupiendo sangre; sus patas traseras le dolían. Era de carne nuevamente, pero parecía adolorido. Cayó como un rayo Tomás, quien comenzó a arañar a Rojo. Tomás se detuvo y le dijo que no tenía que terminar así. Rojo le respondió que el poder era suyo y atacó a Tomás, pero este lo esquivó y logró empujarlo. Rojo le advirtió que, si lo dejaba vivir, no habría lugar donde pudiera esconderse; él iría por él y su familia. Pero entonces, la reina rata, casi como una sombra, apareció por detrás de Rojo y le clavó los dientes en el cuello, sus garras en los intestinos, dejándolo desangrándose. Miró a Tomás y le advirtió: "La guerra que se aproxima requiere que te ensucies las manos." Ella se limpió la sangre, deleitándose, y se marchó. Rojo estaba muriendo, maldiciendo a todos, pero Naranjo apareció, cayendo sobre Rojo y terminando el trabajo. A lo lejos, Lola, Furia y Bolita observaban. Lulú se acercó; ella había estado subiendo por la cueva, pero al ver a Tomás descender, bajó de nuevo. Los tres miraron a lo lejos, pues escucharon un grito de dolor...
