Buenas, mi estimado público. Esta es una nueva entrega del segmento libre de gatos de este blog, porque estoy a dos maullidos y un salto épico de que esto se convierta en un manual para tener gatos después de los 40. Yo acá, en mi silla con rueditas, estaba repasando el año y me di cuenta de que venimos teniendo Rusia crocante, China crocante, USA crocante y Medio Oriente crocante. Solo falta que Sydney Sweeney se haga una Marilyn, y ya estamos de lleno en los 70, que todas sabemos eran una especie de remake de los 40. Hasta película de Superman tuvimos. En fin, ¡qué añito! Y aún faltan cuatro meses para organizar el fin de año.
Hablando de todo un poco, ¿qué me dicen de las series biopics? Este año salieron la de Menem, la de Chespirito... yo estoy esperando la de los Clinton. Para mí, es el matrimonio más gringo y peor actuado del milenio. Hasta se felicitaron, y siguen, espero (no lo voy a googlear). Otra que me gustaría es la de Putin. Puede ser una bizarrada: un Putin de joven agente secreto de la KGB, saliendo del submarino para un chapuzón, amaestrando un oso sin camisa en la nieve... la verdad, sería una serie-aza.
El 2026 será un año especial para el cine y la televisión, y para mí. El próximo año espero finalmente ser un autor publicado y tener tarjetas que digan: "Daniel da Roza, escritor". Aunque después tenga que vender mis novelas personalmente, es un sueño que se acerca, más que nunca.
Hablando de sueños... a ver si el Daniel del futuro cambia la cama o el colchón. Siento un resorte entre las costillas, pero no pasa nada, hay cosas más importantes que resolver primero. Un paso a la vez. Eso decía el tío Alberto, y se viene una anécdota.
(El siguiente relato puede tener elementos de ficción o fantasía. Leer con moderación).
"Montevideo, años 2000. El tío Alberto y la tía salieron a comer algo, algo que hacían pocas veces. Resulta que al tío Alberto lo había atropellado un ómnibus. Después de seis meses con huesos rotos y gracias a un abogado astuto, ahora tenía algo de dinero para gastar. Salieron a comer. Mi tío es más de la parrillada del Tano Manco, pero justo la había clausurado bromatología por algo de carne de rata. Para mí, era una exageración; eran las mejores hamburguesas y muy baratas...
Sigamos con la historia, que me acabo de dar cuenta del precio de las ratas-hamburguesas y por qué no dejaron comer nada de ese lugar. Mi tía era más de cosas de calidad, una sommelier del sabor, así que fueron a El Cantón del Chino Japonés. Así se llamaba, aunque lo más perturbador era que era un negocio de peruanos. Lo asiático era que se contaba que la carne era de perro. Por suerte, yo nunca comí. Puedo comer una rata-hamburguesa, pero tengo límites. Mi tío se sienta, pide el menú y llega un asiático oriental genérico que le dice: "Señor, se levanta y se sirve. 300 pesos el ticket, y come todo lo que quiera". Mi tío, temblando, le pregunta: "¿Y hay límite?". El chino, acostumbrado a gente normal, le contesta: "No hay límite". Ese fue el peor error del chino. Mi tío se levantó como si fuera Michael Jackson en un jardín de infantes y se sirvió de todo. Mi tía, una persona normal, aguantó tres platos en dos horas, con cosas asiáticas como ramen y sushi. Mi tío atentó contra el buen gusto: ramen con sushi, salpicón de frutos del mar y papas fritas, ramen con chop suey, empanadas asiáticas, dos de cada sabor... Dos horas después, vuelve el chino: "Señor, deje de comer. Le devuelvo la plata, nos está fundiendo". Mi tío lo miró y le dijo: "No seas cagón, chino, vos dijiste 'sin límites'". El chino se calentó, lo amenazó, y el tío le dijo: "Dale, Bruce Lee, acá no hay karate, yo hice boxeo. Nada de esas cosas. Ustedes son de gemir y pelar. No es de hombres, señor Miyagui de AliExpress". Resumiendo: el tío Alberto terminó internado porque el "chino japonés" se calentó y lo atendió. Lo insólito es que le ganó una demanda: un año de comidas gratis. El local se fundió, y mi tío, después de ganar el juicio, iba dos o tres veces por semana..."
Volviendo a lo principal y para ir cerrando, si los echan de un tenedor libre, recuerden hacer enojar al dueño. Nos vemos la próxima vez...
