Hoy no tenés que arreglar el mundo.
Tampoco hacer justicia con tus manos ni perdonar a quien no se lo merece.
Hoy alcanza con que no pierdas la ternura en el intento.
Con que te sientes en el ómnibus y, por un segundo, no pienses en el ruido de todo lo que falta.
Alcanza con que recuerdes que tenés dos gatos que creen que sos invencible, aunque no sepas ni qué vas a cenar.
Martes es ese día invisible que sostiene la semana sin pedir protagonismo.
Como vos, que vas, que hacés, que no gritás lo que dolió.
Que seguís.
No hace falta que seas productivo, ni extraordinario.
Respirar también cuenta. Sobrevivir sin endurecerte es una proeza discreta.
Si alguien te exige sonreír cuando no te sale, bajá la mirada sin culpa.
Si hoy solo podés con lo mínimo, que sea con dignidad: lavarte la cara, comer algo caliente, no contestar ese mensaje hiriente.
La esperanza, cuando está rota, también abriga.
Y hay días en que ser bueno, silenciosamente bueno,
es el crimen perfecto contra un sistema que espera que te conviertas en piedra.
Y vos no. Vos seguís siendo río.
