El rincón de la mediocridad: Filosofía barata


La filosofía, esa cosa que algunos llaman estilo de vida, otros le dicen ciencia, y algunos más buscan usarla para venderte medicinas alternativas y música tibetana. Porque entre filosofar sobre la estructura de la realidad y el existencialismo hay uno o dos pasos para terminar ofreciendo productos de hierbas.


Filósofos eran los de antes, los que te cuestionaban la vida, el aprendizaje, el ascenso a Primera como espejo de la hinchada en Segunda y su relación con el alma. Hoy tenés filósofos de redes sociales, más dispuestos al like que al propósito — que en la filosofía puede ser cualquier cosa.


También, como todo en redes, estos filósofos contemporáneos vienen con fotoculo incluido, porque nada dice “pensamiento profundo” como un escote, unos glúteos o abdominales bien puestos. “La existencia es solo un reflejo de la realidad, un pensamiento del ser, un espejismo inverso del vacío”, mientras sale una tipa en bikini en las islas Maldivas. Pasamos de los grandes pensadores a influencers y vendedores de homeopatía.


Friedrich Nietzsche, el que “mató a Dios” y después se fue a vivir con sus contradicciones como quien alquila un monoambiente con goteras existenciales.


El filósofo moderno no necesita cátedra, le alcanza con un aro de luz y conexión estable a internet. Publica una frase atribuida erróneamente a Sócrates, seguida de una selfie en el gimnasio. Y mientras tanto, millones la comparten como si hubieran descubierto la verdad detrás del universo, cuando en realidad es un copy-paste de Pinterest con filtro sepia.


Y así como hay filosofía para vender suplementos vitamínicos, también hay filosofía exprés para justificar cualquier decisión personal. Desde dejar el trabajo sin plan B hasta adoptar un perro sin saber si podés cuidarlo. Todo puede vestirse de “búsqueda interior” si lo envolvés en palabras como “despertar”, “fluidez” o “vibrar alto”.


Nada dice mejor “soy filósofo” que meterse en un tema polémico, tener un pensamiento polémico. Porque de eso se trata la filosofía, no de pensar o buscar la verdad, sino de generar respuestas emocionales a cuestiones que van desde el existencialismo a temas más terrenales. Que la maldad del hombre sea innata o aprendida es tan válido a los filtros de cara de perro como una forma de cambiar la realidad por una que elegimos.


Yo, la verdad, no suelo filosofar mucho. Para eso están los filósofos. Para mí, filosofar es buscar preguntas cuyas respuestas son la ambigüedad. Yo necesito respuestas como todos, pero basadas en el análisis de la realidad mediante la observación, la teoría, el método científico — el que les duele a terraplanistas y homeópatas.


Pero reconozco que la filosofía es como el whisky Leonard Cohen: con la edad empieza a gustarte. Empiezas ese camino hacia la filosofía donde no todo es lineal ni literal, donde las preguntas son respuestas que se acumulan como hojas que caen en tardes de otoño.