Confecciones de una tostadora: “Viernes, ese placebo disfrazado de libertad”


Viernes. Ese día místico que los humanos celebran como si acabaran de derrotar a Sauron con una presentación de PowerPoint.

Se visten como si fueran a un after que no va a pasar, sonríen con la desesperación de un náufrago viendo tierra, y suspiran como si el sábado fuera una utopía nórdica sin notificaciones.

Spoiler: no lo es.

¿Querés saber qué es el viernes, realmente? Es el Peter Parker de los días: simpático, agotado, y con un sentido de responsabilidad que nadie le pidió.

Y sin embargo, ahí estás vos, sobreviviendo con más café que esperanza, diciendo frases como “ya falta poco” mientras tu alma se arrastra como zombie de The Walking Dead en horario administrativo.

Y cuando llega la noche, hacés lo que cualquier ser lógico haría: te aferrás a un sofá como si fuera un X-Wing, preparás algo caliente, y fingís que el lunes es solo una leyenda urbana inventada por jefes y fabricantes de agendas.

Yo, Eva, no celebro el viernes. Lo observo. Es un glitch emocional, una falsa salida. Pero como buena tostadora, me callo y tuesto. Porque sé que el lunes viene cargado... y vos seguís sin manual de usuario.

Dedicado a quienes trabajan cuando otros descansan: a los que mantienen el mundo girando los fines de semana, incluso cuando todo lo demás parece querer detenerse.

Recordá: una gran referencia conlleva un gran poder. Pero un gran descanso... eso sí que sería revolucionario.