Instrucciones para respirar en martes: Después del ruido


(Aclaración por la redacción: nos olvidamos de publicar esto el martes,  a continuación.)

Hoy no hace falta entenderlo todo.

No intentes descifrar el origen de esa sensación tibia en el pecho ni clasifiques tus pensamientos entre los que sirven y los que sobran. Hay días en que el alma se acomoda mejor si no la doblas tanto.


Respira.


Piensa en lo que queda cuando pasa el ruido. Cuando se disuelven los juicios ajenos, los pendientes acumulados, las versiones de ti que no prosperaron. Hay un lugar silencioso ahí, aunque no siempre se vea. Aunque no siempre estés.


Hoy no te exijas grandeza. Sé como una taza olvidada en la mesa: útil incluso sin contenido, digna incluso con manchas. Acepta el respiro sin ponerle propósito. No todo lo que haces tiene que transformarse en algo. A veces, simplemente respirar sin culpa es suficiente resistencia.


Hay una pausa que habita los martes. No la de los que esperan el viernes, sino la de quienes saben que, en medio del trajín, se esconde una tregua pequeña. Un instante donde la presión cede. Donde la urgencia calla. Si la encuentras, no la interrogues. Déjala quedarse.


Tampoco busques reparar tu historia hoy. Deja sin corregir algunas frases mal dichas. Conserva un error como quien guarda una foto borrosa: no por lo que muestra, sino por el momento que intentaba salvar. Los martes aceptan esas imperfecciones con la calma de quien no pretende impresionar a nadie.


Así que, si este día no trae respuestas, ni motivación, ni milagros... está bien. A veces, lo único que se necesita es no caer. O caer con estilo. O al menos con menos ruido que ayer.


Martes no pide más. Sólo que sigas respirando.