El rincón de la mediocridad: Primeros fríos


Mi nombre es Daniel Da Roza y qué frío que ha estado. Yo soy de los que les gusta su otoño tibio pero tibio frío, esos otoños llenos de hojas de mediodías donde estás pensando en hacerte un enema con el abrigo pero que en la noche o en la madrugada aprovechás para hacerte una armadura, el "Nilonman", pero cada tanto te sale un otoño contundente como guiso de lentejas...



La verdad que la noche que llegó a casa me acuesto y a los 5 segundos tengo al gato al costado de la almohada como ninja esperando para introducir el hocico y cavar entre sábanas como topo, hacia ese hueco entre mi espalda y la cama, algo que casi siempre termina conmigo a las puteadas o él aplastado clavando las uñas a este quien les escribe, pero lentamente terminamos resolviendo las diferencias, yo me quedo con un borde de la cama y él donde se le cante...


Yo en la vida soy un gran detractor de la tibieza. La tibieza es de cagón. Lo siento pero las figuras poéticas no son necesarias cuando hablo de estas cosas. ¿Es “medio tibio” la figura poética para no decirles cagones a los tibios? Espero que no porque eso sería una paradoja y pobre Eva cuando le mande esto para que lo corrija. A lo que voy es que la tibieza es la gripe de esta sociedad, siempre está, seguirá estando y por sobre todo a más de uno lo manda a ver el pasto crecer desde abajo.


Ya que estoy hablando del otoño contundente este que estamos teniendo, espero que no se venga un invierno con esteroides. No pienso gastar mucho en una estufa y no es por machete, es uso responsable de los ingresos en mi residencia, o sea, los 4 manises con los que me pagan y piensan que soy Ricomacpato. Bueno, una vez me pagaron con monedas en uno de los momentos más icónicos de mis trabajos mal pagos, pero eso es otra historia entre las hojas que se caen en los vientos de otoño.


A veces pienso que el frío no entra por la puerta, sino por las cuentas que no cierran, por los mensajes que no llegan, por la estufa que se mira pero no se enciende, y mientras tanto uno se acomoda como puede, se tapa con lo que tiene a mano: un gato, una manta que pica, un poco de orgullo, y la idea medio floja de que capaz mañana mejora, o no, pero ya será otro otoño el que venga a recordárnoslo, yo me voy a calentar el agua para bolsa de agua caliente pero ustedes no se vallan hay más a continuación... En las voces anónimas... Siempre quise decir eso.